¿Cuántos
años tendríamos? Quince, dieciséis, más no. Y a mí ya me gustaba. Toda una vida
queriendo darle un beso, pensando que nada de tener un hijo, plantar un árbol y
escribir un libro: mi objetivo en la vida era besarlo. Que por suerte no soy
una obsesiva y me la pasé muy bien besando a otros, y bueno, recordando que la
boca fatal iba a ser la suya pero nada más cuando lo veía. Que casualmente eran
los momentos en que no me besaba. Fijate que hasta llegué al árbol, al hijo y
hasta al libro, pero a él, nunca. Y lo que son las cosas, cuando ya empezaba a
creer que todo bien con ese amor pendiente, que la vida podía ser vida aunque
no llegara a romperle la boca, lo veo en la fiesta de Charly y me tira onda. Te
juro que no me lo esperaba, que cuando empezamos a bailar me sentí así, tipo la
Cenicienta, en un momento estaba tan compenetrada con la escena que llegué a
perder toda noción: no veía a nadie, no sabía dónde estaba, nada. Para mí, era
el palacio real y yo la piojosa que gracias a un hada madrina, de golpe estaba
divina y era capaz de seducir al más lindo del mundo ¿Te digo? Habría que
prohibir los cuentos de hadas, hacen mal, provocan ilusiones estúpidas,
frustran, no sé, pero son nocivos. Porque minga que si sos un desastre vas a
aparecer de buenas a primeras haciendo la diva, ni ahí. Pero bueno, yo todavía
no había llegado a semejante conclusión, todavía vivía la fantasía total. Y ni
hablar cuando me dijo de ir a su casa, caminamos diez cuadras donde yo no sentí
las piernas porque me pareció que andábamos en carroza.
Y
llegamos, todo muy bien, muy lindo, besa maravillosamente, yo no estaba
demasiado borracha así que podía manejarme, seguir la poca conversación con
coherencia, no sé, venía todo bien. Hasta que me dan ganas de mear, voy al
baño, y cuando me siento en el inodoro veo que tenía una trusa. ¡Nunca uso
bombachón!, ¡jamás! Pero esa noche había salido sin demasiadas expectativas,
tenía todos los calzones sucios, o húmedos, y me chanté lo único limpio y seco
que encontré, ¿Qué qué fue? La trusa post-parto. Sí, una hija de puta, no se
puede usar una cosa de esas, es de mal gusto, aunque no vayas a garchar, pero
qué sé yo, de abandonada que soy, de loca que estoy, no sé, pero tenía puesto
eso. Y lo pensé rápido, porque de golpe no me cabía ni un poco dejar de ser la
divina, y me dije con esto no me ve, ni loca dejo que me vea con este calzón. Y
me lo saqué. Incluso me imaginé la situación y hasta me pareció copada: no
tener ropa interior es jugado, calienta, daba… ¡recontra daba! El tema era qué
hacer con esa cosa horrible, no fui con la cartera al baño, no tenía dónde
carajo meterla. Y entré a mirar, baño de hombre, ningún tachito, ningún mueble
donde esconderla, solamente la repisa con el cepillo de dientes, y una ducha
con shampú, jabón, pero nada más, ni siquiera un puto botiquín. Y ahí sí, ahí
entré en pánico. Probé esconderla detrás del inodoro, pero se veía, hacerla un
bollito y tirarle la toalla encima, pero tampoco, y en eso lo escucho que me
pregunta si todo bien. Porque claro, yo no me había dado cuenta, pero llevaba
ahí metida parece que un buen rato, entonces totalmente histérica me acordé del
viejo, de cuando éramos chicas y estábamos en el baño y pasaba y preguntaba
¿todo bien Elisita? Y te daban ganas de decirle sí papá, estoy cagando y tengo
un sorete enorme que aún no terminó de pasar entero por la zanja del orto. Era
irritante papá preguntando, ¿te acordás vos?, pero bueno, esa noche me lo
preguntaba el tipo de mi vida, y yo presa de la histeria hubiera querido
contestarle lo del sorete a medio camino, y no podía, no. Nada más le dije sí,
todo bien, y completamente pelotuda, resolví la historieta: tiré la trusa al
inodoro y pretendí apretar el botón. Bah, lo apreté. Obvio que no se lo llevó,
quedó trabada. Apreté varias veces, desesperada, y te juro que en un momento
llegué a sentir que me importaba un pito con quién estaba, solamente no quería
estar más ahí, y ni hablar cuando apreto por décima vez el botón y empieza a
salir agua, a inundarse, a no sé qué mierda, pero colapsó el inodoro y mi
bombacha del orto flotando orgullosa de su tamaño, haciéndose la loca, onda acá
estoy, mírenme, soy feliz… nunca en mi vida me imaginé que podía pasarme algo
así, nunca. Y menos con él. Pero me pasó.
Más vale que no cogimos, si la
tarada es especialista en hacerse amiga, me fabricaron para ser la mejor amiga
del hombre, y la concha de la lora, más amiga que un perro soy. Pero qué querés
que te diga, era irremontable la historia, tenía que jugarla de graciosa, de
qué simpática soy con mis desastres, soy adorable, riámonos juntos… Otra no me
quedaba. Terminamos con la sopapa, tratando de destapar el inodoro, cagándonos
de risa de la trusa, yo haciéndome la superada con el mambo de los tipos, onda
sos uno más, y ahí en el baño mismo nos tomamos un vino, el pelotudo contándome
anécdotas suyas con minitas, yo como si me diera gracia, y así, tipo golpe de
gracia, vomité. Fue medio a propósito, para jugarla de no me importa nada, con
vos la confianza, qué sé yo, una infradotada, hecha y derecha. Y para él, la mejor
amiga del mundo, la más abierta, la más, la más… ¡la más no sé qué!, pero
amiguísima. Un bajón, ¿no?