martes, 8 de mayo de 2012

Soy la mejor amiga del hombre, la mejor...


            ¿Cuántos años tendríamos? Quince, dieciséis, más no. Y a mí ya me gustaba. Toda una vida queriendo darle un beso, pensando que nada de tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro: mi objetivo en la vida era besarlo. Que por suerte no soy una obsesiva y me la pasé muy bien besando a otros, y bueno, recordando que la boca fatal iba a ser la suya pero nada más cuando lo veía. Que casualmente eran los momentos en que no me besaba. Fijate que hasta llegué al árbol, al hijo y hasta al libro, pero a él, nunca. Y lo que son las cosas, cuando ya empezaba a creer que todo bien con ese amor pendiente, que la vida podía ser vida aunque no llegara a romperle la boca, lo veo en la fiesta de Charly y me tira onda. Te juro que no me lo esperaba, que cuando empezamos a bailar me sentí así, tipo la Cenicienta, en un momento estaba tan compenetrada con la escena que llegué a perder toda noción: no veía a nadie, no sabía dónde estaba, nada. Para mí, era el palacio real y yo la piojosa que gracias a un hada madrina, de golpe estaba divina y era capaz de seducir al más lindo del mundo ¿Te digo? Habría que prohibir los cuentos de hadas, hacen mal, provocan ilusiones estúpidas, frustran, no sé, pero son nocivos. Porque minga que si sos un desastre vas a aparecer de buenas a primeras haciendo la diva, ni ahí. Pero bueno, yo todavía no había llegado a semejante conclusión, todavía vivía la fantasía total. Y ni hablar cuando me dijo de ir a su casa, caminamos diez cuadras donde yo no sentí las piernas porque me pareció que andábamos en carroza.
            Y llegamos, todo muy bien, muy lindo, besa maravillosamente, yo no estaba demasiado borracha así que podía manejarme, seguir la poca conversación con coherencia, no sé, venía todo bien. Hasta que me dan ganas de mear, voy al baño, y cuando me siento en el inodoro veo que tenía una trusa. ¡Nunca uso bombachón!, ¡jamás! Pero esa noche había salido sin demasiadas expectativas, tenía todos los calzones sucios, o húmedos, y me chanté lo único limpio y seco que encontré, ¿Qué qué fue? La trusa post-parto. Sí, una hija de puta, no se puede usar una cosa de esas, es de mal gusto, aunque no vayas a garchar, pero qué sé yo, de abandonada que soy, de loca que estoy, no sé, pero tenía puesto eso. Y lo pensé rápido, porque de golpe no me cabía ni un poco dejar de ser la divina, y me dije con esto no me ve, ni loca dejo que me vea con este calzón. Y me lo saqué. Incluso me imaginé la situación y hasta me pareció copada: no tener ropa interior es jugado, calienta, daba… ¡recontra daba! El tema era qué hacer con esa cosa horrible, no fui con la cartera al baño, no tenía dónde carajo meterla. Y entré a mirar, baño de hombre, ningún tachito, ningún mueble donde esconderla, solamente la repisa con el cepillo de dientes, y una ducha con shampú, jabón, pero nada más, ni siquiera un puto botiquín. Y ahí sí, ahí entré en pánico. Probé esconderla detrás del inodoro, pero se veía, hacerla un bollito y tirarle la toalla encima, pero tampoco, y en eso lo escucho que me pregunta si todo bien. Porque claro, yo no me había dado cuenta, pero llevaba ahí metida parece que un buen rato, entonces totalmente histérica me acordé del viejo, de cuando éramos chicas y estábamos en el baño y pasaba y preguntaba ¿todo bien Elisita? Y te daban ganas de decirle sí papá, estoy cagando y tengo un sorete enorme que aún no terminó de pasar entero por la zanja del orto. Era irritante papá preguntando, ¿te acordás vos?, pero bueno, esa noche me lo preguntaba el tipo de mi vida, y yo presa de la histeria hubiera querido contestarle lo del sorete a medio camino, y no podía, no. Nada más le dije sí, todo bien, y completamente pelotuda, resolví la historieta: tiré la trusa al inodoro y pretendí apretar el botón. Bah, lo apreté. Obvio que no se lo llevó, quedó trabada. Apreté varias veces, desesperada, y te juro que en un momento llegué a sentir que me importaba un pito con quién estaba, solamente no quería estar más ahí, y ni hablar cuando apreto por décima vez el botón y empieza a salir agua, a inundarse, a no sé qué mierda, pero colapsó el inodoro y mi bombacha del orto flotando orgullosa de su tamaño, haciéndose la loca, onda acá estoy, mírenme, soy feliz… nunca en mi vida me imaginé que podía pasarme algo así, nunca. Y menos con él. Pero me pasó.
           
Más vale que no cogimos, si la tarada es especialista en hacerse amiga, me fabricaron para ser la mejor amiga del hombre, y la concha de la lora, más amiga que un perro soy. Pero qué querés que te diga, era irremontable la historia, tenía que jugarla de graciosa, de qué simpática soy con mis desastres, soy adorable, riámonos juntos… Otra no me quedaba. Terminamos con la sopapa, tratando de destapar el inodoro, cagándonos de risa de la trusa, yo haciéndome la superada con el mambo de los tipos, onda sos uno más, y ahí en el baño mismo nos tomamos un vino, el pelotudo contándome anécdotas suyas con minitas, yo como si me diera gracia, y así, tipo golpe de gracia, vomité. Fue medio a propósito, para jugarla de no me importa nada, con vos la confianza, qué sé yo, una infradotada, hecha y derecha. Y para él, la mejor amiga del mundo, la más abierta, la más, la más… ¡la más no sé qué!, pero amiguísima. Un bajón, ¿no?  
            

sábado, 5 de mayo de 2012

Estás mal Nelly, te veo mal...


            Nelly, querida, ¿estás mejor? El otro día te vi tan desmejorada, ojerosa, ¿te pasó algo querida? Vos sabés que podés contar conmigo, es importante que no te encierres, que cuentes las cosas, que te dejes ayudar, al fin y al cabo, para eso estamos las amigas, ¿o no? ¿Recibiste el mail? Es una pavadita, son esos power que manda Blanquita, está muy al pedo, te manda esas cadenas insoportables, pero ese de la amistad, justo ese, me pareció muy bonito, y sabiendo que andás tan mal, no sé, pero me pareció que podía gustarte, ¿lo recibiste? Es lindo, a mí me pareció bastante lindo, y yo te aprecio mucho Nelly, hace tiempo que no te veía tan mal, y una nunca sabe, porque a veces en vez de ayudar una termina siendo medio invasiva, o quedando como una chismosa, y entonces te mandé eso, que es suave, sí, medio pelotudo por ahí, pero cariñoso, porque seamos realistas, la cursilería a veces es necesaria… No te digo mandar basura, que es lo que hace Blanquita, ella no discrimina, manda todo, pero bueno, justo ese pensé que podía gustarte, darte ánimo, ¿decís que no? No, cómo voy a ofenderme, pero querida, cuando estás tan mal, no cualquier cosa te ayuda, si sabré comprender, ni falta hace que me lo expliques. Ahora, entre nos, ¿qué te anda pasando Nelly? ¿Es por lo de Rubén? Es eso, ¿no? Sí, claro que me enteré, si anda con la pendeja de acá para allá, la lleva como un trofeo a la chica, ¡pero Nelly, querida, ni sombra te hace la muchacha esa! No llores, es cierto, se nota a las claras que es una cualquiera, ¡pero por favor! Si vos sos tan culta, tan viajada, elegante… esa piba es una chirusita, si hasta Corita le haría sombra, ¿qué? ¿no te hablé de Cora? La doméstica nueva, adquisición de Esteban, ¡vieras la voluntad que tiene! No es perfecta, claro, tiene un temita de adicción, anda como drogada con mis pastillas, cayéndose y chocando muebles, pero una muchacha muy entregada al trabajo, desde acá la veo, se recostó en mi cama pobrecita, debe estar bajo el efecto de algún sedante, ¡cómo le gustan esas pastillitas, dios mío! ¡Cora! ¡Sacate las zapatillas Cora que me ensucias el acolchado! Ni se inmuta, si lo único que falta es que esté con sobredosis, tan buena que es… Pero bueno Nelly, después me fijo si respira, ahora lo importante sos vos. Tenés que salir querida, ver gente, conversar, porque no te hace bien estar así, es como un viaje de ida la depresión, te entregás, te entregás, y cuando querés dar la vuelta ya no hay retorno. Y vos estás al límite querida, te pusiste muy gorda Nelly, mucho. Y te lo digo con cariño, porque las dos sabemos que es saludable alimentarse, pero tampoco la pavada, a vos se está yendo la mano Nelly. Cerca de tu casa hay unos consultorios con unos nutricionistas divinos, trabaja el marido de Maricarmen ahí, está a cargo de las cuentas, los trámites, los mandados… para mucho no da el muchacho, pero al menos tiene un trabajito, ¿viste? Y Maricarmen anda más tranquila, no lo maltrata tanto, que ¿te digo? Menos mal, menos mal que está más calma, porque seguía tan loca y el hombre se le iba, y conseguir marido no es fácil, en absoluto, bueh, te voy a decir a vos, justo a vos. Si sos la más indicada para entender lo que estoy diciendo, ¿o no? Son temas complicados, hay que cuidarlos a los hombres, como oro hay que cuidarlos, aunque no valgan un peso, tenés que saber cuidarlos… ¡Pero Nelly, por favor! Estás equivocada querida, no te lo digo a propósito, vos estás muy susceptible querida, ¡demasiado! Y yo te entiendo, para eso estoy y para eso te llamé. Trato de ayudarte Nellicita, si te hace bien descargarte, hacelo, mirá lo que te digo, hacelo Nelly. Si lo que necesitás es gritar, soy todo oídos, pero ni se te ocurra, digas lo digas, que voy a dejar de acompañarte…
            Sí, Nelly, sí, escuché bien. Y si te ayudó en algo todo lo que me acabas de decir,  me alegro, momentos como el tuyo son difíciles, que si me hubieras dicho yegua en otra situación la cosa cambia de color, pero viniendo de vos y sabiendo lo que estás pasando… ¡sí Nelly, escuché! Pero por favor, mira, te llamo mañana, ¿si? Te mando un beso querida, un beso…  

jueves, 12 de abril de 2012

Parece que la musa era yo, pero no sé...


            No me quedé tranquila, me pasa que no puedo dejar de leerla una y otra vez, casi de memoria la tengo… y no puedo darme cuenta, no puedo. Es como que hay muchas cosas que coinciden, por más que todo sea muy poético, hay cosas que son nuestras, que tiene que haberse referido a mí cuando las escribió. Pero tampoco puedo asegurarlo, podría ser que no. Y por momentos pienso que igual no importa, que con que me guste, o más, con que sienta que son palabras inspiradas en mí, con eso es suficiente. Porque yo no fui la novia de Neruda, pero ¿eso qué? Cuando lo leo siento que soy yo la de ojos ausentes, ¿me explico? No hay necesidad de ser la musa para que una poesía te conmueva, y no lo digo de cursi, porque a mí se me llega a acercar un hombre con un poema en una tarjeta, y la verdad que no me provocaría mucho gusto. Bah, no sé, no me pasó, pero creo que mucho no me gustaría, que para leer algo que no escribió él, preferiría que me regale un libro, o venga y me lea él mismo, como algo que encontró y pensó en seguida en mí, no sé, estoy diciendo boludeces, ¿no? Porque lo importante acá es lo que me pasa concretamente con este papel.
Y necesito saber, porque yo la recagué la cosa, cuando me lo dio le pregunté si era un borrador, porque no se me ocurrió otra cosa, es que está en manuscrita, y yo suelo escribir a mano, pero después corrijo, y corrijo y sigo corrigiendo, y para cuando ya no sé qué más corregir, lo tipeo. Pero él me dio el papel, así, hoja rayada birome negra, y pensé es un manuscrito, no podía decirle qué opino yo de algo que aún no corrigió, ¿entendés? Como que era invadirlo, meterme con algo que no terminó dándole mi opinión era invasivo, podía interferir en la corrección que hiciera después, y bueno, la cagué. A mí me pareció en el momento que la cosa tomaba un giro imprevisto, que en vez de besarnos él se puso mal, y me dijo que estaba un poco cansado, y de golpe se fue, y yo me dije: acá pasó algo. Y ahí medio recapitulé y me di cuenta que computadora no tiene, No usa. Ni siquiera celular lleva encima, imaginate. Entonces nada, me sentí un poco incómoda, era medio tarde, había viajado todo el día, me fui a acostar, no me daba para agitar ninguna. Y esperé al día siguiente, y como había un sol divino decidí subir, me fui a la montaña, y ya después no volví pero el poema quedó en mi mochila, y ahora lo agarro y lo leo, y no sé, no entiendo, pero me parece que era para mí, que eso que está escrito fue algo que escribió pensando en mí, casi segura estoy, y me quiero matar. No porque sea buena poesía, eso no me importa, aunque es muy linda, o cuando la pienso como algo escrito para mí, me encanta.
Y me acuerdo cuando me la dio, cuando la leí, cuando me preguntó si me gustaba y yo le contesté ¿es un manuscrito, no? ¿un borrador es? Y me siento una insensible… ¿no podría haberle contestado que era hermosa? ¿Hay algún problema con poner cara de “qué divino”?  
Pero ahora por más que siga leyéndola, nunca me voy a enterar, y de última, tampoco importa. O sí que importa, me importa mucho. Al final soy muy tarada, con esto de querer ser inteligente me volví tan estúpida, tan pero tan estúpida, que a veces me da una bronca que no te explico… ¿Lo leerías vos? Por ahí te das cuenta, y qué sé yo, por lo menos me quedé sin un novio pero con una poesía, no sé, ¿te fijás?
Sí, tiene una caligrafía pésima, malísima… pobre, ¿no? 

sábado, 7 de abril de 2012

Dame un segundo Blanquita...


            ¡Ay Blanquita, qué suerte encontrarte! Llamé pero no estaba segura que estuvieras, ¿estás bien vos? Ah, medio engripada, con razón, por eso estás en tu casa, claro, escuchame una cosa querida, ¿viste el mail ese que me mandaste, el del valor de la amistad, con esas imágenes divinas… ubicás cuál? Es tan lindo, tan emocionante, ¿te digo? Me hizo mucho bien, encierran unas verdades, unas cosas tan bellas, que hacen tanto bien, te reconfortan el alma, y vos solés madar esos power tan divinos que a mí me encantan, en serio, son una caricia… ¡Cora! Disculpame Blanquita, un segundo… ¡Cora! ¿Pasó algo? Tengo una muchacha nueva, no sé de dónde las saca Esteban pero trae cada cosa a la casa, esperáme un poquito, no cuelgues. ¿Qué pasó Corita? Estás tirando cosas querida, me poné nerviosa verte así, alcanzame las pastillas, no me mirés así, sabés donde están, traeme dos Corita. Gracias querida. Sí, Blanca, disculpame, pero tengo que estar atenta con esta chica… ahí viene, pobrecita, me trae agua, es buena, tiene voluntad, decir que es tan bruta, pero se educa, de a poco se les enseña. Gracias Corita, ¿qué pasa corazón? ¿Nada? Bueno, andá entonces, estoy hablando por teléfono Cora, no te quedés acá… ¡Cora! Las azules, las pastillitas azules, me trajiste las otras, poné atención, esforzáte corazón. Tomá, llevate estas y alcanzame las otras… ¡no te las tomes, dejalas en el frasco, ¡no las tomés Cora! Perdoná Blanca, pero los primeros tiempos son terribles, tengo que estar en todo, ahí vuelve, parece que tuviera piedras en las piernas, se mueve a 2 por hora, pero bueno, se mueve por lo menos. Gracias Corita, andá ahora, ¡andá Cora! Es terrible, hay que explicarles todo, más duras que una mascota son. ¿Vos sabés lo que pasó el otro día? La vi que andaba nerviosa, no sé bien lo que me explicó porque habla raro, no se le entiende mucho, pero lo que sí, estaba muy alterada, entonces le di una pastilla, que fuerte como es, no le hizo nada, entonces le di otra… ¡para qué! Quedó como drogada, le patinaba la lengua, se chocaba los muebles, la tuve que mandar a acostar. Y no sé si no le agarró el vicio, a veces me parece que me faltan pastillas, que el blister baja mucho, pero bueno, parece voluntariosa, y lo que son las cosas, ¿eh? Con esta muchacha en vez de esconder las joyas, tengo que andar controlando que no me saque pastillas, ¿es gracioso, no? Pero bueno, no quiero hacerte perder tiempo, te llamé por el tema del mail ese tan hermoso, no lo puedo encontrar, ¿me lo volverías a mandar? Porque me crucé con Nélida, y la vi tan mal, tan desmejorada, sintiéndose tan sola, que yo pensé, necesita ese power, lo necesita. Y quise enviárselo pero no lo pude encontrar, ¿te molestaría mandármelo de nuevo? No sé, sobre la amistad, ese que tiene una rosa al comienzo, que se riega, ¿recordás cuál es? A mí me parece que le haría mucho bien, es justo para ella que está en un momento de esos, mirá si andará mal que está gordísima, sí, rellenita, siempre fue rellenita, pero ahora está gorda, yo creo que está muy mal pobrecita. Sí,  gracias, ¡sos un sol Blanquita! Mandámelo que yo se lo reenvío. Y que te mejores querida, cuidate, probá con anís, es bueno el licorcito ese para el resfriado, probá querida… ¡Cora! Perdoná, te dejo Blanquita, después me contás como seguís ¡Te tomaste las pastillas Cora! ¿Qué hacés tirada en el piso? Qué difícil, por dios, así no se puede… 

martes, 3 de abril de 2012

El origen de un príncipe, o la verdad sobre los sapos


            Yo sé que es un garrón comerse un sapo, tengo experiencia, no soy tarada. Pero es creer o reventar: los príncipes no nacen de una reina, salen de un sapo. Tenés que comerte unos cuantos para descubrir que es cierto, que por algo, alguna vez, en algún cuento, mandaron esa historia… ¡Es porque es verdad! Hablo en sentido metafórico, obvio, pero es así. Vos no te vas a cruzar con un tipo divino, perfecto por decirlo de alguna manera, y listo, le dejás un zapatito de cristal tirado en el ascensor y que salga a rastrearte, eso no existe, eso sí que es puro cuento. Primero porque los zapatitos de cristal no existen, y segundo porque las que calzan 37 son muchísimas, lo más seguro es que termine cualquiera de ellas haciéndose la gila y metiendo el pie ahí, donde deberías tenerlo puesto vos. Pero lo más importante: si por una casualidad de esas conseguís un calzado que encaja, te ocupás de estar en el lugar y en el momento preciso en que el joven sale con tu tacón dispuesto a buscar a la mujer que pueda lucirlo, ahí, en ese instante, cuando todo encastra, vas a creer que sos feliz. Y vas a pasearte muy abrazada al bomboncito, orgullosa de que te vean, vas a sentarte en la mesa más llamativa del restaurante más copado, y cuando pidan el plato más exótico y caro de la carta, vas a ver como el bonito que tenés enfrente come con la boca abierta, habla mientras mastica, dice sandeces, cada tres palabras nombra a su madre, y para colmo, sufre de cólicos. Pero suponete que estoy exagerando, que come delicadamente, que paga la cuenta sin que lo notes, que te lleva a su casa en una carroza, y que pasan juntos un tiempito de dicha, ¿cuánto vas a tardar en darte cuenta que es medio tarado? ¿Qué te pusiste el baby doll más jugado de tu vida y él imbécil no se avivó porque daban el boca-river? ¿Qué la madre te odia? ¿Cuánto tiempo, eh? Tarde o temprano vas a tener que admitirlo, vas a intentar negarlo, le vas a fabricar coronas de origami, vas a aprender crochet para tejerle una capa real, vas a justificar lo injustificable, y un buen día, vas a mandarlo a cagar y vas a salir como loca a buscar un plebeyo, ¿sí o no? Porque la reina en realidad es una vieja bruja, y el hijo, nada más alejado de un príncipe.
            Pero ahora hacé el recorrido inverso: te cruzás con un sapo, lo escuchás croar, le ves la piel verdosa, lo calás justo cuando estira la horrible lengua para cazar una mosca, y aún así, decidís comértelo. Después de eso, ¿qué? ¿Algo de ese ser espantoso puede resultarte más desagradable de lo que ya le conocés? ¡Nada! A partir de ahí, si soportás semejante cosa, solamente vas a ver belleza, vas a valorar su voz como si fuera un dulce canto, vas a creer que el verde es tu color favorito y te combina con todo, vas a querer ser insecto para que te coma a vos, y de golpe, sin darte cuenta, el sapo se convirtió en príncipe, ¿entendés?
            Por eso te lo digo, el pibe de la barra te está fichando desde que entramos, ¿y quién te dice?, por ahí es tu príncipe. Yo en tu lugar le entro, no va a ser el primer sapo que te comas, y de última, tenemos más batracios encima que uno más no va a hacer diferencia, ¿por qué no probás? Tampoco es tan grave que mida 1.50 y sea rengo, andá a saber, por ahí se la banca…  

miércoles, 28 de marzo de 2012

Un lugar copado


            El lugar es muy lindo, muy tranquilo, típico pueblito cordobés, arroyito, piedras, poco asfalto… copado, la verdad que es copado. Y el hostel también, unas instalaciones de mierda pero muy buena onda, qué sé yo, lo de siempre, te bañás con dos gotas de agua, cocinás en un espacio del orto, dormís amontonado, pero estás feliz, no sé por qué, pero te la pasas pipa igual, ¿viste que es así? Estás de vacaciones y todo te chupa un huevo. Y a mí me encantó, medio que al principio aluciné, mucho flaco suelto, muchas ganas de coger por todos lados, mucho ir y venir con todo el mundo, como que de golpe estás ahí, haciendo la comunidad y todo está buenísimo, la vida te sonríe, sos Gardel. Y yo estaba como atenta, había un pibe de Rosario que daba, que teníamos buena onda, que le entraba, le entraba seguro, y la noche anterior a que fuéramos a La Cueva del Elefante no me lo curtí porque me pegué un pedo que quedé tirada en una hamaca paraguaya, fijate que dormí ahí mismo, se hizo de mañana, entré a escuchar ruidos, abro los ojos y estaba durmiendo en una hamaca paraguaya, pasada de alcohol, obvio. Y así, con la resaca, la cabeza partida, trato de rescatarme y veo al francés, ¡qué pibe, por dio´! Nunca vi algo así, te juro, en mi vida vi algo tan lindo tan lindo tan lindo. Porque decir que estaba fuerte sería faltarle el respeto a la belleza, era más que eso, era algo fuera de lo común, y ni hablar cuando lo escuché, ese tono afrancesado, la erre patinando, qué querés que te diga, no sabía si estaba soñando o si estaba despierta. Y solo, solito con su mochila. Así que chau Rosario, avanzamos con Francia, más vale. Ni lo pensé, son esas cosas que no necesitan mucho planteo, se caen de maduras. Me levanté, bah, me incorporé, porque bajarme de la hamaca iba a ser complicadísimo, y entré a mirar la escena: vi que dejó las cosas en el dormi donde se supone que dormía yo cuando no estaba borracha, y salió conversando con Matias, y aunque no entiendo el idioma, escuché algo de la Cueva… ¡para qué! Salté de la hamaca, que casi me quiebro un tobillo pero me la banqué, hice como si nada, le pase por al lado, le sonreí, y fui a vestirme para la excursión. Hecha mierda como estaba, iba a ir igual, me clavé un ibupirac, me cambié la ropa, me calcé la malla y listo, preparada tipo boy scout, lista para lo que fuera. Así que nos tomamos unos café con leche con los pibes, el flaquito ya estaba con el grupete, y al rato salimos todo para la Cueva. Yo calculo que seríamos unos 15, y ninguno, pero ninguno, hablaba francés. Pero por lo poco que escuché el loquito este intentaba aprender español, así que alguna que otra palabra entendible decía, siempre con ese acento divino que te daban ganas de comerle la boca, una cosa tan bella era que parecía salida de una película.    
            Y bueno, nada, llegamos al lugar, habíamos caminado como veintitrés horas más o menos, que te digo que me vinieron bien, porque se nota que medio me limpié la resaca, y cuando estábamos ahí veo que eran muchas rocas, el arroyo, y la onda era tirarse de las más altas y caer sin matarse en el agua. Un juego jodido, o será que a mí la adrenalina no me cabe, pero te digo, sino era por el francés, Filip se llamaba, si no fuera por él, a mí el lugar no me provocaba nada. A mí dejame con el arroyito, los árboles, y no me rompas las pelotas con deportes ni de alto ni de bajo ni de ningún riesgo, dejame estar tirada. Pero estaba el francés, así que el lugar todavía tenía encanto. Y cebada como estaba me le acerco, él siempre sonriente, como si fuera feliz, entonces le hago yo también una sonrisa y le pregunto si quería fumar. Obvio que no entendió un carajo, así que le muestro el porro, tipo te hablo de esto, y me dijo ui ui, si si. Y ahí fumaban todos, pero yo no tenía ninguna intención de estar con nadie que no fuera él, así que le indiqué con la cabeza que fuéramos más allá, para unos árboles, y entramos a caminar. Además el pibe estaba conociendo, así que todo le parecía bien, iba mirando todo, bien turista el loquito, y cuando vi que estábamos lejísimo, me senté y le hice señas al lado mío, que se sentara ahí. Y bueno, nos fumamos el porro, me dijo que él era Filip, le dije que yo era Julia, y él repetía Shuliá, sí, Julia, y mucho más no decíamos, imaginate, algo comentó sobre no sé qué mierda, yo a todo que sí, nos reíamos no sé de qué, pero estábamos felices, hasta que de golpe se paró y me dijo algo. ¿Qué?, le pregunté yo, y me lo volvió a decir, me dio la mano para que me levante, y cuando me paré y lo tuve cerca casi me le tiro encima, pero él muy riéndose me hizo señas de un lugar. Pensé que hablaba de algún yuyal, de ir a coger a alguna parte, y sin soltarme la mano empezó a caminar, yo siguiéndole el paso, pensando que había sido más fácil de lo esperable, que fue cuando frenó, me soltó la mano y mirándome se sacó la remera. No, no, eso no es nada, la dejó tirada y me sacó la mía, ¡casi me muero! Me lo quería garchar ya, pero no señor, volvió a tomarme de la mano y empezó a correr conmigo atrás, tratando de seguirle el paso, siempre cagándonos de risa, él de contento yo de histérica que estaba. Porque no entendía bien, que íbamos a coger era obvio, pero no le cazaba la onda, no sabía por qué corríamos, qué era eso de sacarse la ropa en el camino, qué sé yo, se la seguía pero no entendía una mierda. Y bueno, un toque después se frenó un poco, se sacó una zapatilla, corrió, se sacó la otra, riéndose a lo loco, y yo súper copada, ahí sí, medio adrenalítica se había puesto la cosa, era mandarse a andá a saber a qué, ¿entendés? Pero yo lo seguía, me quite las sandalias como entendiendo el jueguito, y para colmo muy de la cabeza, en un momento aluciné con que hacíamos el estriptís de Forrest Gump, me acordé de Tom Hanks y nosotros dele correr, pero tirando la ropa donde cayera, y no podía parar de reírme, muy flashera la onda y con ese pibe, no era algo común, era un flash, un flash. Hasta que pinta más hot, porque yo me reía pero no estaba en bolas, y de golpe lo único que nos quedaba sacarnos era la malla, y qué sé yo, ahí la verdad que me dio un poco de susto, yo escuchaba voces, pero no de alucineta, voces enserio, de gente que andaba cerca, no estábamos en el desierto, estábamos en la Cueva, había otras personas, qué sé yo, me cagué hasta las patas, la onda era coger en privado y con la carrera y las carcajadas que largábamos, me pareció que podían vernos, me frené, te soy sincera, me frené. Entonces Filip me miró, con esa sonrisa maravillosa que tenía, se me acercó, me desató el corpiño y salió corriendo como de espaldas, o sea mirándome a mí, y así, siempre a los ojos, se sacó su short. No sé si la tenía linda, chica, grande, no sé nada, porque estaba medio desquiciada, y me la jugué, lo agarré fuerte, onda dejá de correr, y sosteniéndome de él, me saqué yo también la parte de abajo de la bikini. Y listo, los dos bien en pelotas, quietos, prontos para el polvo, el pibe me comió la boca, dió un par de pasos hacia atrás, como alejándose, me hizo señas otra vez, de un lugar, para mí siempre hablábamos de un yuyal, y bueno, le hice que sí con la cabeza, incluso de canchera nomás, me le adelanté y corrí delante de él, unos metros nomás, porque enseguida me pasó, ya estábamos otra vez muertos de risa, corriendo, viviendo la película de mi vida. Que duró poco, porque en eso veo de qué hablaba el francés, incluso lo veo a él, que sin frenar, con un salto nomás, llegó a una roca enorme y se tiró de cabeza al agua.
            Y yo nada, me quedé parada, en pelotas, a la vista de todos, y mucho no me acuerdo porque me taré, estuve como congelada un toque y después sentí que iba a llorar y no quise hacer más papelones, así que salí a buscar mi ropa, pegué la vuelta, caminé hasta el hostel y me fui para San Marcos, que también es un lugar copado, muy copado…   

viernes, 16 de marzo de 2012

Bajo prescripción médica


                Fui al médico, no me vas a creer lo que pasó pero créeme. Sí, es normal ir al médico, ya sé, pero eso no es lo que iba contarte… ¿vos estás media tarada, no? Si tenés apuro andá, te llamo más tarde, pero no me contestes cualquier cosa. Entonces bajá un cambio, no puedo estar hablándote y que me pares para decirme que eso es normal, ¡escuchame antes! Es más, ubicáte querida, ¿desde cuándo no me pasa algo normal? ¿Eh? Si te digo algo, es porque no me volví del todo loca y puedo darme cuenta que es algo raro, no perdí la noción de lo que significa normal. La tengo, no la vivo, pero sé lo qué significa. Y lo del médico no es normal. El tipo sí, bah, qué sé yo, ningún médico es normal, ¿viste que cada uno tiene lo suyo? Esos que te hacen esperar 3 horas y cuando pasás no te piden disculpas por la demora me rompen reverendamente las pelotas, y no me vas a decir que eso es normal, está naturalizado, pero no es una actitud de persona normal. O los típicos tarados que te explican lo que tenés como para que salgas sin entender si lo tuyo es una simple gripe o un tumor en la garganta, esos son intratables. Y ahora con lo de las notebook, están los que mientras te revisan miran la pantalla, escriben, y no sabés si están trabajando con lo tuyo o chateando con un compañero del secundario… ningún médico es normal. Pero bueno, yo fui a éste tipo, que me lo habían recomendado, que es clínico, y le conté que ando con dolor de estómago, que me siento débil, cansada… y me revisó dos segundos y de toque me preguntó si no estaría embarazada. ¡Embarazada yo! Y se lo dije así, casi furiosa se lo mandé. Pero él, muy tranquilo, me preguntó por qué estaba tan segura, todo mientras yo seguía recostada en la camilla y él muy orondo de pie, viéndome desde arriba. Porque estoy separada, por eso, le dije yo. Y ahí el señor se volvió a su escritorio, como quien tiene el diagnóstico Housse, y se quedó callado, esperando que me levante y vaya a escuchar la sentencia. Te digo que medio me asusté, fue tan contundente la manera en que se fue, que yo pensé por ahí es algo terminal, no hace falta ni que me revise, está todo dicho. Y mientras me acomodaba la remera pensaba qué cagada, yo que creí que era un simple dolor de estómago. Pero me senté, lo miré, y muy serio, muy profesional, me preguntó hace cuánto que estaba separada. Casi dos años, ¿por qué? El por qué fue casi tartamudeando, ponete en mi lugar: te van a  tirar un diagnóstico, parece algo grave, lo asocian a tu ex marido, evidentemente buscan algún familiar que pueda acompañarte en tus últimos días de vida, ¿o no? Bueno, no. El chabón volvió a preguntarme por el embarazo. ¡Tal cuál: el segundo milagro divino, el Jesús del siglo XXI! Pero no podía decirle eso, quedaba mal, traté de ser lo más fina posible. ¡Al pedo! Él mismo me tiró la posta, ¿vos sabés lo que dijo? No, te juro que no me vas a creer. ¡Que tenía que coger me dijo! Que tener relaciones hace mucho bien, que no tiene nada ver con el estar en pareja, que soy joven, que es saludable, necesario llegó a decir… ¡el médico! ¿Entendés? ¿Sabés lo qué es que un médico te mande a culiar? Te digo que estuve a un paso de pedirle una prescripción, un papelito para mostrarle al hippie del orto: la paciente necesita de su gentil miembro, es aconsejable que se lo ponga hasta acalambrarla. Pero no me animé, me iba al carajo si se lo pedía, no me dio.

Lo eliminé de todos lados


          Lo eliminé de todos lados. De todos: del Facebook, los correos, los contactos del celular, todo. Si lo asfixiaba, entonces chau,  fue. No calculé que tendría que haberlo matado, o dejarlo sin piernas, porque resultó que sigue vivo y ayer pasó caminando por enfrente del laburo. Un garrón, casi me muero, me palpitaba todo, imaginate. Pero me dije no, no, hacete la ciega, no es él, se parece, pero no es. Y como no puedo con la duda, salí a fijarme, entré a caminarle atrás, y como me llevaba más de media cuadra de ventaja, apuré el paso, y cuando me di cuenta lo estaba corriendo, ¡corriendo!, ¿entendés?
           
            Obvio que me vio, si de golpe me tenía ahí, jadeando por la carrera, y para colmo chistándolo, porque no me contuve, le chisté… ¿Horrible, no? La quise jugar de indiferente pero me salió para el culo. Se dio cuenta, me miró medio feo, me preguntó si no había entendido, ¿el qué?, le pregunté yo. Que me asfixias. Ah, sí, más vale que lo entendí, si hasta te borré de todos lados. Pero no me creyó, y me revienta, porque al final sigo quedando como una pesada y yo lo tenía asumido el tema, sino no lo hubiera eliminado de todos lados, ¿o no?

domingo, 11 de marzo de 2012

Tan bonito que se lo ve


            Es copado, sí, jugando con Emilio arman un dúo divino, la verdad que es un placer que venga a casa. Pero es una semilla peligrosa, te juro que con toda esa belleza que tiene, lo que puede salir mete miedo. Sí qué lo sé, y son chiquitos pero desde su más tierna infancia uno sabe qué va a ser de ellos en el futuro. Y con este nene puedo asegurarte que va a ser algo temible. No exagero, si digo carnaval, vos apretá el pomo, ¿estamos? Trajeron a tu angelito de dio´ cerca de las 3 de la tarde, me recagó la siesta pero eso no es culpa de él, más vale, tampoco acusarlo de todo. Pero bueno, para las 5, y viendo que no lo pensaban pasar a buscar pronto, tuve que preparar la merienda. Entonces fui y le pregunté, tipo propaganda de cindor, así, motrándole la cajita como si fuera el tesoro perdido, si tomaba una leche, ¿qué me dijo? Leche no. Ah, ¿no tomás leche? No. Pensé que por ahí tenía problemas con la lactosa, hay una enfermedad, ¿no? Me pareció raro que la madre no me haya comentado nada, porque en general los niños no vienen solos, traen como una especie de currículum: es tranquilo, quizás se pone un poco molesto cuando está cansado, te incluyen número de contacto por si el pibe se enloquece y te rompe alguna cañería, y obviamente, los hábitos alimentarios: es celíaco, no come verduras, caramelos no porque le producen caries, y así, ¿viste qué siempre traen como un prospecto? Pero de este nene no había recibido ningún comentario, ni siquiera sobre su problema con la lactosa, y me pareció raro pero pensé que la madre sería relajada, que confiaba en que el mismo niño pudiera decírmelo, y listo. Me fui a la cocina y puse agua para el té. Y yo no estoy acostumbrada a preparar té, sí, obvio, se pone un saquito en la taza y listo. Pero para un chico no estoy preparada: no sé si lo toma caliente, si no hay peligro con que se vuelque y tenga que llevarlo a una guardia de quemados, qué sé yo. Entonces volví y le pregunté: ¿caliente? Sí, me gusta calentito. Ah… ¿y azúcar, tres? No, azúcar no, miel. ¡Miel! ¿De dónde mierda iba a sacar miel? Decir que existen los vecinos, le tiré un mensaje a Bettina y me alcanzó un frasco, sino no sé qué hacía. Y ahora el colmo, el sumun de los sumun: ¿galletitas de chocolate, te gustan las de chocolate? No, me gustan las de vainilla. Cagamos pensé, ¡vainilla! ¿Desde cuándo hay galletitas de vainilla en la casa de un niño? ¡Nunca! Pero algo tenía que darle, y pensé, traté de acordarme qué había en la alacena, que nunca hay un carajo pero criollitas siempre hay. Y me dio vergüenza convidar eso, pero le dije igual ¿galletitas de agua? Sí, perfectas, son muy sanas, ¡muy sanas dijo!
Té con miel y galletitas de agua, ¿te das cuenta ahora? ¿Llegás a dimensionar? Ese pibe, a los 30, es el típico pelotudo vegetariano, que está bueno pero para garchártelo antes lo tenés que escuchar hablar del calentamiento global, y para colmo, cuando termina su discurso ecologista de no menos de 40 minutos, ahí, cuando vos decís listo, ahora lo emborracho y me lo cojo, te dice soy abstemio. Eso, eso mismo, va a ser esa criaturita, así, tan bonito como lo ves, termina convertido en un monstruo.    

jueves, 8 de marzo de 2012

Feliz día, nada más que eso


            Es el día de la mujer, ¿sabías, no? ¿Qué? No pongás esa cara de pelotudo, no sé qué mirás, te estoy hablando, hola, acá, tu mujer… ¿reaccionamos? ¿Eh? Nada, no digas nada, solamente Feliz día, ¿es mucho pedir? No me señales el bigote, ya te dije, el día que vos te afeites los huevos yo me depilo el bozo, ¡mirá si serás retrógrado…! ¿pero qué te pensás que es el Día de la Mujer? ¿Un mensaje subliminal de epilady? Nooo, la igualdad con el hombre pedazo de boludo, la igualdad… es obvio que no vas a entender, nunca vas a entender. Ni vos ni ninguno, porque ¡claaaaro! Más fácil seguir siendo los reyes, total tienen un animalito en casa que les plancha las camisas, ¿pero sabés qué? La chota que te plancho algo más, ni lo sueñes. Sí, más vale que antes tampoco planchaba, pero ahora menos, ¿escuchaste? Menos. Y dejá de hacer ruido cuando tragás, me pone del culo, parece que lo hicieras a propósito. No, no hace falta que dejes de comer, ¡no hace falta te dije!, ¿o no escuchás? ¡Ay, pero mirá cómo se ofende María Antonieta, ay, qué horror! Pero no comás, por mí andate sin comer, sí ¿y sabés qué?  Si no querés volver no vuelvas, me da igual. Y dejá plata que no quedó nada de lo que dejaste ayer, si además de pelotudo tenías que ser miserable… ¡pedazo de conchudo me vine a enganchar!

martes, 6 de marzo de 2012

Lo que me hizo dudar


            Sí, está bueno el auto, tiene poco uso así que anda bien, mucho no entiendo, para mí es meterles nafta cuando están en rojo, pero después no entiendo un pomo. Según el mecánico funciona bien, así que lo compré, estaba muy barato, espero que ande, los mecánicos son muy mentirosos, te cagan, te cagan siempre. Igual me gustó, me gustó a mí. Fijate el tapizado, impecable: no tiene una sólo quemadura de pucho, es increíble, como que nunca lo curtieron. Y se reclina bastante, tirá de la palanquita, fijate, ¿ves? Casi horizontal queda, es bueno, me parece que es bueno. ¿Sabés qué es lo único que no me cabe ni un poco? Y no me digas que es una estupidez, porque te conozco, entendés menos que yo pero vas a decirme que no hinche las pelotas. Bajá, acá atrás, ¿los ves? ¡Son horribles! Te juro que me despierta un odio ver esas cosas pegadas ahí, ¿me querés decir qué carajo le pasa a la gente? ¿Qué necesidad tienen, eh? ¡Ay, somos 4, un hombre, una mujer, un niño, un bebé…! ¡Pero pedazo de imbéciles! ¿Esperarán que uno los pare y los felicite? Onda, señora, espere, quiero felicitarla por la hermosa familia que componen usted y los 7 stickers que lleva pegados ahí atrás, son muy lindos, y el perrito, qué hermoso, una mascota en la familia ayuda a que los niños se familiaricen con el reino animal, la felicito, realmente la felicito… ¡Pero por qué no se van a cagar, y la reputa que los parió! Si seguro que el sticker papá le tiene más amor al sticker mamá, de lo que el hijo de puta del tipo quiere a la cornuda de su mujer, ¿o me lo vas a negar?  A ver, decíme que me equivoco, decimelo, ¡no! Tengo razón, es lo más careta que vi en mi vida: ahora hacemos alarde de la familia tipo. Y yo no sé qué voy a hacer, porque a esos los despego, salen con alcohol, ¿pero qué le meto? Ni mascota tengo, pongo la imagen de la tortuga que palmó, una jaulita vacía, al estilo amo la libertad; una terrible poronga, que no las hacen en sticker, pero además es bolazo, a mí no me coge nadie, ¿entendés? No sé qué voy a hacer, no sé, pero te juro que es lo único del autito que me hizo dudar... 

domingo, 4 de marzo de 2012

Unos mil kilómetros, más o menos...


          No sé, no sé explicarte bien, pero es por la altura de Arturo Seguí, nada más que yendo por un camino distinto, porque no es ruta, es campo. Es lejos, pero además es complicado, te perdés muy fácil. Imaginate que no hay número de calles, llegás a un momento del camino que tenés alguna casa, barro, pasto, árbol, casa, ninguna luz… 40 minutos de auto y estás en la nada, perdida como la san puta. Pero yo me dije voy igual, yo voy. ¡No! No es que sea Brad Pitt, pero yo tampoco soy la Jolie. Igual ahora que lo nombrás, ¿viste que Brad anda con el pelo medio largo? Pero es Brad Pitt, él puede hacerse caca en el pelo y va a seguir estando bueno. En cambio éste usa el pelo largo, con rulos… ¿largo?, qué digo largo, ¡relargo!, y le queda estilo cocker, que puede ser muy hippie pero es horrible, ya pasaron los 70, a ver muchachos, ¡pasaron! Pero bueno, el chabón lo lleva así, con el orgullo de ser hippie y que se note, que se note bien. ¡Obvio que no me gusta eso! Pero es algo externo, la belleza quién te dice, la encontrás… ¿vos te acordás del petisito? Ese era feo. Bien feo. Pero yo no me voy a olvidar más, nunca pensé que fuera posible, ¿te acordás vos? El loquito se despertó a la mañana y estábamos muy felices desayunando, cuando me dice que se había dejado los anteojos en la mesita de luz, entonces se los busco, se los llevo, feliz estaba yo, haciendo la sumisa, y cuando se los doy le pregunto si tenía miopía. Es que el culo de botella que cargaban esos anteojos era importante, algún problema serio con la vista tenía que tener. ¿Y qué me contesta? ¿Eh? Tengo estrabismo ¡Estrabismo! Había pasado la noche con un pibe bizco y no me había dado cuenta. Y me dio gracia, pero me dije chau, qué grosso, es recontra bizco y yo ni me detuve en eso, esto es amor, es amor. Que loco, ¿no? Mirá vos, pensé que te lo había contado. No, no prosperó esa historia, tenía novia el pibe, me enteré y chau, chau amor. Pero bueno, ¿entendés a qué me refiero con la belleza? No es algo determinante, una nunca sabe cuál es la fibra del otro que va a pegarte, no lo sabes. Te la tenés que jugar, y yo sentí que me la tenía que jugar. El cocker me invitó a su casa, quedaba en la concha del loro, no sabía cómo iba a salir la cosa, pero me la jugué. Vos pensá que hace mucho que no hago una jugada, no muevo una puta ficha, y evidentemente es cierto eso de que no van  venir a tocarte la puerta, es una de las grandes verdades universales: no te pongas linda y esperés en el zaguán, porque nadie va a tocar timbre para fijarse si hay una belleza sentadita ahí. Así que moví. Igual pará, porque lo más grave no es haber manejado hasta donde se termina el mundo y un poquito más allá. Lo más grave es todo lo que hice antes: me levanté esa mañana con unos nervios que asustaban, a las 7 de la mañana yo ya estaba arriba. Qué es terrible, porque cuando vas a tener una cita, si hay algo que puede ser positivo es que el tiempo pase rápido, que no tengas la posibilidad de andar haciéndote la cabeza y esas cosas. Pero yo tuve todo el santo día para estar nerviosa, para conjeturar qué podía pasar, para alucinarme con cada situación maravillosa que podía pintar, para cagarme hasta las patas con las cosas de mierda que podrían aparecer… ¡todo el día así! ¿Con qué fui? En el auto, te dije que manejé hasta allá. ¡Ah, la ropa! Sí, otro bajón, agradecé que no anda la luz de la pieza y no puedo andar mirándome en el espejo, porque si no me hubiera pasado alrededor de 5 horas probándome cosas: que me queden bien pero que no den levante, que me hagan buen culo pero que no sean caretas, que parezcan descontracturadas pero tampoco hippies, porque acordate que el hippie es él, yo no podía aparecerme ahí con una camisola de bambula. ¡Y ojo! No era solamente buscar algo que me quedara bien, tenía que ser algo que se adecuara al lugar, ¿me entendés? No, no entendés, ¿me estás siguiendo vos? El pibe vive lejos, en zona rural por decirlo de alguna manera, a la vera de un arroyo, ¿me seguís?  Yo vivo en pleno asfalto, odio los sapos, y no pretendía andar caminando sobre un par de sandalias esquivando batracios, ¿si? Mucho menos con algo corto que dejara un centímetro de piel al descubierto para ser comido por jejenes, mosquitos, serpientes venenosas. No. Indumentaria de safari, pero sin que se notara, porque él vive con mucha naturalidad su relación con la especie animal. Yo no. Yo detesto los bichos. Pero tampoco era cuestión de salir a mostrar diferencias de tamaño calibre, ni ahí. Tenía que ponerme algo seguro, que me protegiera de los peligros de la naturaleza, pero que me dejara tranquila para sentarme ahí sin tener que pensar que algún ser viviente pudiera atacarme, y para colmo, qué digo para colmo, sobretodo, que me hiciera buen culo. No, si cuando yo te digo que fue complicado, vos creéme, no exagero en nada. Pero bueno, me vestí, nada, sencillo: un jean, una remera, zapatillas… No, no era look de trola, una remera lisa pero un poco linda, me tiré un collar de alambre, unos aretes, qué sé yo, estaba vestida de mina, pero tranqui, como que no busqué demasiado. Y además con el cuerpo cubierto y protegido para los bichos, pero a la vista para el pibe, ¿entendés? No estaba mal el atuendo, creo, no sé, no sé ni lo voy a saber. Igual sí, tenés razón, siempre es la misma historia para vestirte, siempre es un rollo, pero yo te cuento de este episodio, y no puedo obviar el detalle. Pero sigo, no te pongas impaciente, estás como del orto vos, ya va. Te mando otra: yo sabía que el pibe no tiene un mango, ya lo sabía. Tampoco es de sorprender, más vale: es hippie, ergo, es un muerto de hambre. Deducción simple e inequívoca. Pero bueno, hay grados y grados de pobreza. Por lo que yo sabía, el suyo era de los importantes. O no sé, yo aluciné eso porque soy una estúpida importante, ese es mi problema. Para estar con un tipo hay que ser conchuda, flor de conchuda: si no tiene un mango y te invita a cenar, que saque un préstamo. Que empeñe las joyas de la abuela. Que venda un hijo. No sé, lo que quiera, pero que lo resuelva él. En cambio yo no puedo, no. Me ocupo de facilitarla porque soy una reverenda pelotuda. ¿Y qué hizo la boluda? Se preocupó de que no le resultara tan difícil, de que no pasara por un mal momento, que no se viera enredado en una situación complicada… ¡y con un hippie! ¡Si los hippies se cagan en todo! Son capaces de invitarte con un tetra y no se les mueve un pelo, se cagan en todo, ¿entendés? Pero yo no, dale y dale con la cruz roja: mi viejo me había traído una bolsa de cornalitos, y entonces le mandé un mensaje, le pregunté si le gustaban y listo. Llevaba yo misma algo para picar. No te cuento el olor a pescado que tengo en el auto, no te explico. Pero no contenta con eso, seguí con mi bondad y me dije algo para tomar, tengo que llevar algo para tomar. Y pensé, le gustará cerveza o vino, cerveza o vino, pero no quise apabullarlo a preguntas y decidí yo: llevo una cerveza, una de las ricas, ninguna Quilmes, una copada. Total si nos pintaba quedarnos despiertos tomando algo, bueno, que sirviera el tetra, imaginate que para la altura en que pinta el cartón ya no te importa nada, sabés que al día siguiente te internás y que te hagan un lavado de estómago, total te echaste un flor de polvo, al hígado que lo limpien los médicos o alguna pasta. Y algo más, mirá lo que será la esperanza, mirá vos. ¡Algo dulce! Tenía que llevar algo dulce, porque siempre hay esperanza de que esté todo más que bien, entonces te va a pintar la onda chocolate, y si el pibe es pobre, no va a tener ni caramelos. Entonces también compré chocolates. ¿Te armás la imagen? Me subí al auto con una bolsa con todo lo necesario, todo. Faltaba que llevara un par de sábanas, mirá lo que te digo, es lo único que faltaba. Y ni hablar del cepillo de dientes en la cartera, el enjuague bucal, porque podía ser que de tan pobre no tuviera ni dentífrico, así que llevaba también eso. No sé, un atado de puchos por si nos quedábamos sin tabaco y dónde íbamos a comprar si  la casa queda en el culo del mundo, y todo, absolutamente todo, camuflado: era necesario que el señor pelilargo no supiera que estaba mudándome a pasar una noche equipándole la casa. ¿Pero sabés qué? La gravedad más grossa de todo esto, no era lo que llevaba puesto, o lo que había metido en la bolsa de supermercado ni en la cartera, ¡lo peor era lo que llevaba en mi cabeza! ¡Las ganas que tenía encima, la emoción, los nervios! ¿Vos te acordás de la invitación que me hizo? ¿Te acordas, no? Que la madrugada te encuentre sin obseciones (sí, con c lo escribió), solo (sin tilde, sí) sintiendo el aroma de este arroyo que cruza a través de este aroma a vos que anda oliendo por estos pagos. Ya sé, pésima, malísima, aroma aroma, dos veces, pobre loco, un poeta de la mala sintaxis y las faltas ortográficas, pero un dulce, no me vas a decir que no. Yo me mée cuando leí eso, fui totalmente consciente de su falta de capacidad para las letras, pero me dije qué maravilla, ¿te imaginás? Aparecer de golpe fuera de la urbe, sin bocinazos, sin horarios, porque ojo, para eso los hippies son buenos, y qué sé yo, estar ahí, con un tipo que va a bajarte mil cambios, sonaba lindo… Yo me la jugué, podía salir buena la movida, una nunca sabe, te la tenés que jugar, a seguro se lo llevaron preso. Yo me mandé.

       Una lástima que no estuviera, ¿no? Yo cuando vi que había manejado casi una hora, que estaba en la concha del loro, todo oscuro, campo por donde miraras, desubicadísima, agarré y lo llamé. No estaba. ¡No estaba el pedazo de pelotudo! Y se había olvidado de avisarme, mirá si será pelotudo. “Ay, me vas a matar, ¿no?” Le dije que no, que no porque no estaba, sino obvio que lo hubiera cagado a tiros. Y tengo una bronca, una bronca, que te juro, no encuentro palabras para explicártelo. Pero qué sé yo, estaba ahí, en el medio de la nada, muerta de odio, y pensé en venirme, ¿hice bien, no? Escucháme, traje los cornalitos, ¿vos sabés cómo se cocinan?

Dieciocho es poco


Toqué timbre 18 veces. Dieciocho, sí. Igual por las dudas que no le andara la luz, lo llamé por teléfono también. Pero no contestaba. Me pareció raro y le tiré unas piedritas: rompí dos vidrios, un bajón. Igual tampoco salió. No estaría, supongo que no estaría, ¿no? Te juro que me preocupé, ¿viste que él es medio depresivo? Yo me dije, por ahí está para el culo, me necesita… es más, pensé lo peor, lo peor. Porque sino cómo podía ser que no respondiera nada, ¿me seguís? Algo le tenía que estar pasando, y algo serio. Fueron como dos horas que me quedé apostada en la puerta, con los nervios de punta, sin saber que más hacer, la cabeza yéndome a mil, y bueh, me vine para acá. ¿Te jode si lo llamo al fijo? Porque intenté desde mi celular y no me contestaba, por ahí me quedé sin crédito, si no te jode lo llamo desde tu teléfono, total es una local, ¿te jode?

Che, estaba. Estaba en la casa. Se siente invadido dice. Le pedí perdón, le dije que no quería asfixiarlo, que estaba preocupada, pero no. Lo invado, dice que lo invado y que no lo llame más. Que no pase tampoco. Porque le dije de conversar, de vernos, a mi terminar así no me cierra, necesito hablar. No, con el analista no, con él necesito hablar. Además yo no tengo analista, sí, por ahí me vendría bien ir a terapia, pero nos vamos de tema, es otra cuestión esa… ¿y si me mando para la casa? Yo necesito hablar, te juro, necesito que hablemos...