Lo eliminé de todos lados. De todos: del Facebook,
los correos, los contactos del celular, todo. Si lo asfixiaba, entonces chau, fue. No calculé que tendría que haberlo matado,
o dejarlo sin piernas, porque resultó que sigue vivo y ayer pasó caminando por
enfrente del laburo. Un garrón, casi me muero, me palpitaba todo, imaginate.
Pero me dije no, no, hacete la ciega, no es él, se parece, pero no es. Y como
no puedo con la duda, salí a fijarme, entré a caminarle atrás, y como me
llevaba más de media cuadra de ventaja, apuré el paso, y cuando me di cuenta lo
estaba corriendo, ¡corriendo!, ¿entendés?
Obvio
que me vio, si de golpe me tenía ahí, jadeando por la carrera, y para colmo chistándolo,
porque no me contuve, le chisté… ¿Horrible, no? La quise jugar de indiferente
pero me salió para el culo. Se dio cuenta, me miró medio feo, me preguntó si no
había entendido, ¿el qué?, le pregunté yo. Que me asfixias. Ah, sí, más vale
que lo entendí, si hasta te borré de todos lados. Pero no me creyó, y me
revienta, porque al final sigo quedando como una pesada y yo lo tenía asumido
el tema, sino no lo hubiera eliminado de todos lados, ¿o no?
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