martes, 8 de mayo de 2012

Soy la mejor amiga del hombre, la mejor...


            ¿Cuántos años tendríamos? Quince, dieciséis, más no. Y a mí ya me gustaba. Toda una vida queriendo darle un beso, pensando que nada de tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro: mi objetivo en la vida era besarlo. Que por suerte no soy una obsesiva y me la pasé muy bien besando a otros, y bueno, recordando que la boca fatal iba a ser la suya pero nada más cuando lo veía. Que casualmente eran los momentos en que no me besaba. Fijate que hasta llegué al árbol, al hijo y hasta al libro, pero a él, nunca. Y lo que son las cosas, cuando ya empezaba a creer que todo bien con ese amor pendiente, que la vida podía ser vida aunque no llegara a romperle la boca, lo veo en la fiesta de Charly y me tira onda. Te juro que no me lo esperaba, que cuando empezamos a bailar me sentí así, tipo la Cenicienta, en un momento estaba tan compenetrada con la escena que llegué a perder toda noción: no veía a nadie, no sabía dónde estaba, nada. Para mí, era el palacio real y yo la piojosa que gracias a un hada madrina, de golpe estaba divina y era capaz de seducir al más lindo del mundo ¿Te digo? Habría que prohibir los cuentos de hadas, hacen mal, provocan ilusiones estúpidas, frustran, no sé, pero son nocivos. Porque minga que si sos un desastre vas a aparecer de buenas a primeras haciendo la diva, ni ahí. Pero bueno, yo todavía no había llegado a semejante conclusión, todavía vivía la fantasía total. Y ni hablar cuando me dijo de ir a su casa, caminamos diez cuadras donde yo no sentí las piernas porque me pareció que andábamos en carroza.
            Y llegamos, todo muy bien, muy lindo, besa maravillosamente, yo no estaba demasiado borracha así que podía manejarme, seguir la poca conversación con coherencia, no sé, venía todo bien. Hasta que me dan ganas de mear, voy al baño, y cuando me siento en el inodoro veo que tenía una trusa. ¡Nunca uso bombachón!, ¡jamás! Pero esa noche había salido sin demasiadas expectativas, tenía todos los calzones sucios, o húmedos, y me chanté lo único limpio y seco que encontré, ¿Qué qué fue? La trusa post-parto. Sí, una hija de puta, no se puede usar una cosa de esas, es de mal gusto, aunque no vayas a garchar, pero qué sé yo, de abandonada que soy, de loca que estoy, no sé, pero tenía puesto eso. Y lo pensé rápido, porque de golpe no me cabía ni un poco dejar de ser la divina, y me dije con esto no me ve, ni loca dejo que me vea con este calzón. Y me lo saqué. Incluso me imaginé la situación y hasta me pareció copada: no tener ropa interior es jugado, calienta, daba… ¡recontra daba! El tema era qué hacer con esa cosa horrible, no fui con la cartera al baño, no tenía dónde carajo meterla. Y entré a mirar, baño de hombre, ningún tachito, ningún mueble donde esconderla, solamente la repisa con el cepillo de dientes, y una ducha con shampú, jabón, pero nada más, ni siquiera un puto botiquín. Y ahí sí, ahí entré en pánico. Probé esconderla detrás del inodoro, pero se veía, hacerla un bollito y tirarle la toalla encima, pero tampoco, y en eso lo escucho que me pregunta si todo bien. Porque claro, yo no me había dado cuenta, pero llevaba ahí metida parece que un buen rato, entonces totalmente histérica me acordé del viejo, de cuando éramos chicas y estábamos en el baño y pasaba y preguntaba ¿todo bien Elisita? Y te daban ganas de decirle sí papá, estoy cagando y tengo un sorete enorme que aún no terminó de pasar entero por la zanja del orto. Era irritante papá preguntando, ¿te acordás vos?, pero bueno, esa noche me lo preguntaba el tipo de mi vida, y yo presa de la histeria hubiera querido contestarle lo del sorete a medio camino, y no podía, no. Nada más le dije sí, todo bien, y completamente pelotuda, resolví la historieta: tiré la trusa al inodoro y pretendí apretar el botón. Bah, lo apreté. Obvio que no se lo llevó, quedó trabada. Apreté varias veces, desesperada, y te juro que en un momento llegué a sentir que me importaba un pito con quién estaba, solamente no quería estar más ahí, y ni hablar cuando apreto por décima vez el botón y empieza a salir agua, a inundarse, a no sé qué mierda, pero colapsó el inodoro y mi bombacha del orto flotando orgullosa de su tamaño, haciéndose la loca, onda acá estoy, mírenme, soy feliz… nunca en mi vida me imaginé que podía pasarme algo así, nunca. Y menos con él. Pero me pasó.
           
Más vale que no cogimos, si la tarada es especialista en hacerse amiga, me fabricaron para ser la mejor amiga del hombre, y la concha de la lora, más amiga que un perro soy. Pero qué querés que te diga, era irremontable la historia, tenía que jugarla de graciosa, de qué simpática soy con mis desastres, soy adorable, riámonos juntos… Otra no me quedaba. Terminamos con la sopapa, tratando de destapar el inodoro, cagándonos de risa de la trusa, yo haciéndome la superada con el mambo de los tipos, onda sos uno más, y ahí en el baño mismo nos tomamos un vino, el pelotudo contándome anécdotas suyas con minitas, yo como si me diera gracia, y así, tipo golpe de gracia, vomité. Fue medio a propósito, para jugarla de no me importa nada, con vos la confianza, qué sé yo, una infradotada, hecha y derecha. Y para él, la mejor amiga del mundo, la más abierta, la más, la más… ¡la más no sé qué!, pero amiguísima. Un bajón, ¿no?  
            

4 comentarios:

  1. A mi no me hubiera molestado que te hubieras puesto los calzones de la abuela!!!! Ja-ja. Si lo importante es pasarla bien.
    Nico.

    ResponderEliminar
  2. Ay Nico, Elisita es tan digna, tan digna...

    ResponderEliminar
  3. digna y patética
    (respetuosamente)
    f

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mmmm... ¿sería algo así cómo digna, amistosamente digna? (queda mejor que ser dignamente patética... ¡o que usar trusas post parto!)

      Eliminar